miércoles, 26 de noviembre de 2008

Mundial 1978: la fiesta en medio de la oscuridad


Por Roberto Aguirre Blanco


Cuando el 1 de junio de 1978 el árbitro argentino Angel Coerezza dio inicio al partido inaugural del Mundial de 1978 entre Alemania Federal y Polonia, la política se impuso sobre el deporte y la dictadura militar alcanzó un objetivo soñado.


Esa jornada, en un remodelado estadio de River repleto, los integrantes de la Junta Militar que el 24 de marzo de 1976 asestó un golpe a la Democracia, comenzaron a cumplir uno de los objetivos que se habían propuesto: la realización de la Copa del Mundo de fútbol.


Una de las primera medidas que decidió la dictadura después de asumir el poder de facto en 1976 fue la confirmación de que la Argentina realizaría el undécimo Campeonato mundial de fútbol que la FIFA había otorgado al país en 1970.


Esa determinación política estaba fundamentada en la necesidad de legitimar el proceso iniciado en el país a base de desaparición de personas y de ejecución de un plan económico polémico.Esta iniciativa tuvo desde ese génesis un abuso de poder absoluto que hizo que a la fecha no se sepa aún el costo definitivo de este mundial, y lo gastado para este certamen superaría en seis veces lo que se invirtió en el mundial siguiente: España 1982.


Para llevar adelante esta empresa faraónica se creó dentro del ámbito del gobierno militar el Ente Autárquico Mundial 1978 (EAM), que manejo un presupuesto millonario sin control, ni rendición de cuentas.


Ese espacio fue sin embargo el primer escenario de la lucha de poder que también existía dentro de la Junta Militar, y de la investigación realizada por el autor de esta nota surge que por esta conjura entre cuadros castrenses se produjo un episodio policial con la primera víctima del mundial.


En agosto de 1976, cuando el general Omar Actis, jugador de la tercera de River en los 40 y designado como presidente del Ente, se dirigía a dar la conferencia de prensa de anuncio de obras de cara a la competencia internacional, su automóvil fue atacado por supuestos “integrantes de una célula subversiva”.


Siempre hubo sospechas de que el hombre del Ejército pudo haber sido víctima de un ataque posiblemente planeado por fuerzas parapoliciales de la ESMA, que habrían acribillado a Actis y herido gravemente en la cabeza, lo cual después produjeron su muerte.


En el libro "Almirante Lacoste ¿quien mató al general Actis?", el periodista Eugenio Menéndez lo señala como el autor intelectual del homicidio.Es que inmediatamente asumió el cargo organizativo el contralmirante Carlos Alberto Lacoste, vicepresidente del EAM, y hombre de línea directa con Eduardo Emilio Massera.


De comprobarse alguna vez judicialmente estos hechos, el primer golpe dentro del golpe se habría perpetrado.El Ejército dispuso la designación como titular del ente al general Antonio Merlo, amigo de Lacoste, y un hombre de figura decorativa, sin el carácter y decisión que tenía Actis y que molestaba al marino.


A partir de allí, la organización del mundial entró en una dinámica inimaginable. En menos de dos años se construyeron tres estadio nuevos (Mar del Plata, Córdoba y Mendoza) se reacondicionaron con fuerte inversiones (River, Vélez y Rosario Central), un gran desarrollo en las comunicaciones y en los transportes.


Lacoste, quien trabajó con una “chequera en blanco”, contó con un importante apoyo del presidente de la FIFA, el brasileño Joao Havelange, quien en su primer mandato –había asumido en 1974— apostó a la organización de Argentina.La sociedad política entre Havelange y Lacoste quedó conformada y más allá de la comunión ideológica, los unió la ambición de ambos por sostenerse en sus lugares de poder.


Una unión que luego se extendió cuando el militar fue designado vicepresidente de la FIFA sin tener ningún cargo dirigencial en el fútbol argentino.


La muerte de Actis fue el hecho policial que marcó el principio de la Copa del Mundo de 1978, que también estuvo enmarcado por la crisis interna del país, los hechos de violencia y una fuerte campaña anti mundial desde Europa por exiliados argentinos.


De todas maneras, dentro del país lo militares habían logrado otro objetivo claro: la gente vivía a pleno y palpitada la fiesta deportiva, a partir del fanatismo futbolero del argentino, y la necesidad de expresar sensaciones contenidas por la mordaza de la dictadura.


El periodista Víctor Hugo Morales, quien llegó a la Argentina desde Uruguay para relatar los partidos del Mundial, confesó hace poco a Asteriscos.Tv que en esos días en el país no se hablaba de otra cosa que 'no fuera fútbol”.


“Acá fue una fiesta. Nadie intuía lo que pasaba, excepto por supuesto las víctimas. Yo, como lo demás, lo viví como una fiesta”, comentó Víctor Hugo. Los militares habían ganado la primera batalla.

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