viernes, 31 de agosto de 2007

A MEDIO SIGLO DE LA OBRA MAESTRA DE UN GENIO


El endiablado circuito de Nürburgring fue testigo hace 50 años de la obra de manejo más majestuosa del inolvidable Juan Manuel Fangio, quien ganó una carrera imposible y conquistó su quinto título mundial en la Fórmula 1. El 4 de agosto de 1957, Fangio formalizó su leyenda en el automovilismo mundial al entregarle una de las joyas más hermosas de una campaña deportiva sin precedentes. Fue el día que el "Chueco" dibujó sobre el asfalto del extenso circuito alemán figuras de conducción nunca antes vistas para recuperar casi un minuto de diferencia con sus rivales y ganar, como un león hambriento, en la última curva su última carrera en la categoría. "Hacía que las curvas más cerradas parecieran rectas", ejemplificó un testigo de esa hazaña, sorprendido aún de como el argentino con una Maserati 250 volaba en esos sectores donde la cátedra decía que se debía manejar de otra forma. El balcarceño no tenía otra posibilidad, a pesar de haber logrado la pole position, su Maserati estaba muy lejos de la potencia de las Ferrari, que además no contaban los problemas de neumáticos y de peso de la máquina del ganador. Fangio tuvo que salir liviano de combustible e ingresar a los boxes a las pocas vueltas a cambiar las llantas Pirelli que se desgastaban muy rápido y volver a cargar nafta, en un proceso que llevó además demasiado tiempo con sus asistentes. El viejo circuito de Nürburgring tenía una extensión de 22 kilómetros y cada vuelta estaba en el promedio de los nueve minutos y medio, por lo cual la demora de boxes hizo alearse a los ingleses Mike Hawthorn y Peter Collins, ambos con Ferrari a 55 segundos del argentino. Entonces, el argentino fue el "Señor del viento" y acelerando hasta sacarle quejas a la Maserati comenzó a descontar segundos vuelta a vuelta, encarando en quinta marcha curvas que debían tomarse en tercera. Sin perder nunca el equilibrio del auto ni salirse de la huella, con maestría el "Chueco" avanzó con un solo objetivo: tener cerca a las dos máquinas rojas que hacían todo bien, sin poder evitar el avance del rival sediento. Eran los tiempos en los que la única comunicación para saber qué pasaba en pista eran los carteles colocados desde boxes en cada vuelta y allí, por la velocidad Fangio, el argentino no alcanzaba a adivinar si tenía una o dos Ferrari delante. Cada vuelta, las 183 curvas del circuito germano, se desandaban humillados al paso de Fangio que rompía récord a cada momento y como ejemplo vale recordar que su mejor vuelta fue de 9 17" 4/10, nueve segundos más rápido que el mejor tiempo de clasificación realizado sin rivales en pista, con el auto sin peso y neumáticos frescos. Antes de la última vuelta, el argentino divisó ya a Collins que iba segundo y que fue superado en el primer tramo de la etapa final de la carrera, en un momento donde el quíntuple campeón del mundo solo tenía como objetivo cazar a Hawthorn. Fangio alcanzó al líder y no aminoró la marcha, para luego comenzar a mostrarle la Maserati por derecha y por izquierda. Desde su espejo, el inglés no podía creer lo que veía y sintió la presión del zarpazo como nunca antes le había sucedido. "Aquel viejo diablo me hubiera aplastado si no me corría", dijo después Hawthorn para justificar la maniobra de correrse a un lado de la pista y salirse casi de camino para dejar pasar al bólido del argentino. Sólo faltaba la última curva para que miles de alemanes presentes fueron testigos de la mayor hazaña del automovilismo mundial, una fotografía guardada en los ojos de los presentes y en películas en blanco y negro de cine. Fangio completó su obra maestra, ganó su quinto diamente (el cuarto consecutivo) y la última de las 24 carrera oficiales que ganó en la Fórmula 1. ROB/Publicado en la agencia Noticias Argentinas/Infobae.com/Diario Popular, 4 de agosto de 2007

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