miércoles, 29 de agosto de 2007

RACING, A 40 AÑOS DEL REINADO DE AMERICA


La convicción de su fútbol le permitió a Racing Club hace cuatro décadas alcanzar el primer 
escalón de su gloria internacional al vencer en Santiago de Chile
a Nacional de Montevideo por 2 a 1 y ganar la Copa Libertadores de
América.
Cuarenta años después, el juego desplegado por el inolvidable
"Equipo de José" reafirmó con creces con esa victoria las
convicciones futbolística de un plantel que revolucionó el
juego en la década del sesenta.
El 29 de agosto de 1967 --mañana se festejarán 40 años-- los
goles de Norberto Raffo y el brasileño Joao Cardozo destrabaron
en la tercera final del torneo una definición cerrada con los
uruguayos en la cual no faltaron el juego brusco y las agresiones,
típico cóctel explosivo de la Libertadores por aquellos años.
El choque se definió en un tercer partido desempate en el
estadio Nacional de Chile tras dos encuentros que finalizaron
igualados, en Buenos Aires y en el estadio Centenario, sin goles.
El equipo dirigido magistralmente por Juan José Pizzuti se
trepó a la cima de América luego de una campaña titánica que
incluyó 20 partidos, y se transformó en el equipo que más juegos
debió disputar en la historia de este torneo para alcanzar el título.
En la primera fase tuvo una buena performance con ocho
triunfos, un empate y una derrota en una zona que lo llevó a
viajar por casi toda sudamérica al enfrentar a Independiente Santa
Fe e Independiente Medellín de Colombia, Bolívar y 31 de Octubre
de Bolivia y a River Plate.
Luego de asegurarse el primer lugar de la llave, junto a
los "millonarios" pasó a las semifinales, donde integró el grupo
con el club de Núñez, Universitario de Perú y Colo Colo.
El pasó exitoso de La Academia también se sucedió en esta fase
donde ganó cuatro partidos, empató uno y perdió sorpresivamente
con Universitario de Perú 2 a 1 en Avellaneda.
El equipo peruano realizó una excelente campaña también con
dos triunfos claves de visitantes, ante los "blanquicelestes" y
ante River, e igualó el primer lugar de la zona con La Academia,
ambos con nueve unidades.
En las manos del arquero de River, Hugo Orlando Gatti, estuvo
la suerte de Racing, ya que en el último choque del grupo, en
Lima, el "Loco" atajó un penal en el partido ante Universitario
que terminó 2 a 2 y obligó a un desempate de la llave.
Como anticipando el éxito final, la clasificación para la
definición de la Libertadores se concretó en el Estadio Nacional
de Chile donde Racing, a fuerza de temperamento y oportunismo,
ganó 2 a 1.
Las tres finales con los tricolores de Nacional se anticiparon
como una guerra y ese fue el marco que tuvieron los dos primeros
choques, con más brusquedades y acciones de violencia dentro de la
cancha que fútbol.
El partido desempate aburrió un poco más el juego a partir que
la suerte estaba echada y había que ganar o ganar y por ese motivo
ambos equipos demostraron más apertura a desafiarse con la pelota
que con las patadas.
Racing fue un huracán en el primer tiempo y con un planteó
arrollador logró dos goles de ventaja a partir del tanto de
Cardozo, a los 14 minutos de juego, y de Raffo, a los 4 de la
etapa inicial.
En el segundo tiempo fue Nacional que avanzó con todas sus
fuerzas hacía el campo argentino y allí comenzó a prevalecer una
defensa muy bien parada con Roberto Perfumo y Alfio Basile como
estandartes y la seguridad del arquero Agustín Mario Cejas.
Sin embargo, la insistencia y presión de los uruguayos tuvo su
premio a 11 minutos del final cuando el volante Víctor Espárrago
descontó y abrió un pasaje al dramatismo para el tramo final del
encuentro.
En ese momento surgió para algunos argentinos el fantasma de un
año antes cuando River Plate --en ese mismo estadio-- en la final
de 1966 ante Peñarol ganaba dos a cero y tras empatar, los
uruguayos terminaron ganando 4 a 2.
El equipo apretó los dientes y con coraje aguantó los embates
de Nacional y logró resistir los minutos finales para alcanzar la
gloria soñada que desató la locura en las inmediaciones de la sede
del club en Avelleneda donde se desató un carnaval en pleno
invierno.
Fue un justo premio para un equipo que peleaba el descenso a
fines de 1965 cuando asumió Pizzuti, logro mantenerse en la
categoría, construyó una campaña inolvidable de 39 partidos
invicto.
Fue campeón argentino en 1966 y un año después se convirtió en
el rey de América, antesala de su mayor hazaña, conquistar el
mundo por primera vez para Argentina, pero esa es otra historia.
ROB /Publicado 29 de agosto (NA/Infobae.com/Minuto uno.com)

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